Durante el año 2023 la Universidad de los Andes celebró su septuagésimo quinto aniversario y el centenario del natalicio de nuestro fundador, Mario Laserna Pinzón. Las celebraciones incluyeron la publicación de nuestro documento Fundamentos del Proyecto Educativo Institucional; el lanzamiento de la biografía de Mario Laserna La indomable razón. Vida y obra de Mario Laserna, el fundador de la Universidad de los Andes y la reflexión del grupo de profesores eméritos acerca del futuro que se imagina en la celebración de nuestro primer centenario.
Estos eventos, en los que participaron cerca de 3.500 personas, nos permitieron encontrarnos alrededor de nuestra esencia, de nuestra misión. Vivimos una época desafiante, las coyunturas del presente nos invitan a la transformación y a la adaptación, y es este el contexto en el que recordamos el legado del fundador y de quienes lo acompañaron en su aventura. La transición demográfica, el cambio en las preferencias y aspiraciones de nuevas generaciones de estudiantes, la transformación de las tareas en todos los sectores económicos por cuenta de la revolución tecnológica y la crisis ambiental global, entre otros factores, nos enfrentan a cuestiones de fondo, a discernir los caminos para cumplir nuestra misión en condiciones cambiantes. Tal reflexión ha sido, a su vez, oportuna en relación con el proceso de acreditación de alta calidad que iniciamos este año.
La Universidad de los Andes fue la primera institución de educación superior privada de carácter laico en Colombia, independiente de los intereses de partidos políticos y grupos sociales o económicos. No tiene propietarios y está organizada como corporación de utilidad común sin ánimo de lucro. Desde su fundación fue orientada a construir una nueva nación comprometida en consolidar una sociedad democrática donde la paz fuera posible. Hoy este propósito se une a los esfuerzos de reconciliación, de la sostenibilidad social, económica y ambiental y el desarrollo pleno de cada persona. Estos valores son parte de nuestro Proyecto Educativo Institucional (PEI) que, publicado este año, es el resultado de una construcción colectiva de la comunidad uniandina desde el 2021.
Nuestro primer propósito es la formación. Nuestra universidad ha optado por un modelo de educación liberal cuyo objetivo es la formación integral de personas libres y autónomas con aptitudes y actitudes que permitan construir un proyecto de vida y una sociedad incluyente. La formación humanística que cultiva la sensibilidad, el intelecto, la creatividad, la espiritualidad y la conciencia moral es central dentro de nuestro proyecto educativo y favorece en nuestros estudiantes una visión amplia del mundo y, así, una forma de entender su lugar y su contribución a la sociedad.
Nuestro segundo propósito es el desarrollo de las actividades de investigación, creación e innovación, que fomentan el vínculo entre el conocimiento y las necesidades del entorno, esto con el fin de que nuestros estudiantes aprendan y participen en la búsqueda de soluciones innovadoras a problemas específicos de la sociedad y accedan al conocimiento de frontera bajo el liderazgo de profesores altamente calificados. En este sentido, propendemos por la generación de conocimiento pertinente, abierto y de vanguardia que amplíe las fronteras de las disciplinas y aporte a la resolución de los problemas más complejos que enfrenta la humanidad y, en particular, a aquellos que enfrenta nuestro país. Aspiramos a incidir en las comunidades y aprender de ellas, así como contribuir a los debates de política pública en Colombia. Nuestro tercer propósito, vinculado al desarrollo y a la identidad institucional es el compromiso con la comunidad. Somos conscientes de la importancia de interactuar con las comunidades para compartir y crear conocimiento; De este modo, afianzamos permanentemente nuestra propia comunidad, diseñamos programas que atienden las necesidades de nuestros públicos, participamos en el fortalecimiento de nuestra gobernanza y nos vinculamos con diferentes contextos educativos, colegios y universidades, entre otros aliados. La formación, la investigación, la creación, la innovación, el desarrollo institucional y el compromiso con la comunidad se benefician mutuamente. Nuestro proyecto educativo forma personas guiadas por la responsabilidad, el respeto y el compromiso en un contexto que favorece la creación de conocimiento, la innovación, la democracia, la inclusión, la deliberación colectiva y la reflexión crítica sobre el rol de la ciudadanía en la transformación de las sociedades.
Desde su propia fundación, quienes dieron vida a la Universidad de los Andes fueron sensibles a su contexto histórico y, con base en él, establecieron su misión. Nuestra responsabilidad es mantener ese compromiso leyendo apropiadamente la época en que vivimos, lo que implica una permanente evaluación y transformación. Nuestro fundador, Mario Laserna Pinzón invitaba a: “nutrirnos del pasado y considerándolo parte de nuestra historia, golpear con serena voluntad y fe vigorosa y realista las puertas del futuro. Así llegar a ser parte de la historia. […] El presente y el futuro no son el desenvolvimiento de un drama ante el cual se es espectador pasivo, debemos tener la capacidad de intervenir, encauzar y alterar ese futuro”. Esta invitación de Laserna recoge lo que somos y lo que queremos transmitir en este documento: siempre hemos sido una universidad transformadora. La Universidad de los Andes trajo el internet a Colombia, promovió la educación superior por semestres y apropió el sistema de créditos académicos que posteriormente fue adoptado por el Ministerio de Educación. Fuimos parte del descubrimiento de la Ciudad Perdida y de muchas otras innovaciones a lo largo de nuestros 75 años. En un momento en el que los ciudadanos no confían en las instituciones, la democracia es frágil y polarizada, y la existencia humana se digitaliza a niveles peligrosos, apelamos al espíritu joven, creativo, flexible y hasta contestatario que nos acompaña desde nuestra propia fundación. Es esta coyuntura en la que, en suma, la Universidad de los Andes se transforma y se adapta para atender las necesidades del país, de Latinoamérica e, incluso, del mundo.
En estos últimos diez años fortalecimos nuestra gobernanza a través de mayor participación de los grupos de interés por vía de elección democrática y de mayor diversidad en nuestro máximo órgano de gobierno (Consejo Superior), con estatutos institucionales renovados para incorporar estas tendencias de manera clara, así como un nuevo Estatuto profesoral aprobado en 2015 y la construcción, por primera vez en nuestra historia, del documento de Fundamentos del Proyecto Educativo Uniandino para vindicar los valores y principios que orientan nuestro futuro. Esto ha estado acompañado de un mayor seguimiento y evaluación al Programa de Desarrollo Integral (PDI), a través de una mejor articulación con los planes estratégicos de facultades, tableros de seguimiento y de rendición de cuentas, la incorporación de metas en las evaluaciones de decanos y directivos y más transparencia en la comunicación de logros y fracasos.
En el lanzamiento de la biografía de nuestro fundador Mario Laserna Pinzón mencioné que una de sus características más importantes era su voluntad de aportar sin esperar retribución. En medio de la tragedia política de 1948, decidió que la fundación de una universidad autónoma e independiente era indispensable para el fortalecimiento de la democracia y la sociedad. Él y el grupo de jóvenes amigos que acompañaron este proyecto trabajaron con gran sentido filantrópico y espíritu público. Su consigna era donar esfuerzo para el bien de todos. La universidad no le pertenecería al fundador ni a quienes lo apoyaron para dar forma a su idea. No buscaba protagonismo y se opuso a que los miembros de su familia fueran nombrados en altos cargos de la Universidad. Ellos debían dar, pero no esperar algo a cambio.
El gobierno institucional de la Universidad refleja de manera apropiada esta vocación de nuestro fundador. Es una Universidad que le pertenece al país y no a una familia o persona. Esto se plasma de manera clara en su gobernanza. El Consejo Superior tiene aproximadamente 55 miembros, de los cuales 33 tienen voz y voto, y el resto son personas con voz y sin voto que velan por el legado de la Universidad. Estos 55 consejeros representan diversos sectores de la sociedad. Son empresarios, dirigentes gremiales, académicos, representantes de la sociedad civil, egresados, profesores y estudiantes. Trabajan ad honorem para la Universidad con gran vocación de servicio.
El desarrollo y la gestión institucional también se han adaptado a los nuevos tiempos. Nuestros procesos se han renovado para que la Universidad sea más incluyente y diversa, como lo requiere Colombia, el segundo país más desigual de Latinoamérica. Esto ha ocurrido en varias dimensiones: género e identidad de género, discapacidad, condición socioeconómica y región geográfica, entre otras. Esta inclusión se concibe desde el punto de vista de la financiación, de la infraestructura física, de cultura universitaria y de ambientes de aprendizaje. En la última década la Universidad logró que el 30% de su población estudiantil de pregrado sea proveniente de hogares de estratos 1, 2 y 3, algo que no había ocurrido antes en la historia. No solo se trata del acceso, sino que, también, a través de la gestión institucional, se logró tasas de deserción de estudiantes becados más bajas que el resto de la población estudiantil, con promedios ponderados más altos y con un sentido excepcional de solidaridad al convertirse en nuestro segundo mayor grupo de donantes después de su graduación.
En esta década logramos que el 87% del campus sea accesible e incorporamos espacios neutros de género para promover ambientes más seguros e inclusivos. Implementamos programas de becas para promover la participación de las mujeres en programas STEM y lanzamos la iniciativa de equidad de género para estudiantes, profesoras y administrativas. Durante el año 2023 se llevó a cabo una nivelación salarial que cerró la brecha de género en la Universidad.
La adecuada planeación y gestión también nos ha permitido tener un alto impacto en nuestros egresados. Nuestros niveles de empleabilidad se acercan al 85% en el primer año, alcanzan salarios más altos en su primer empleo que egresados de universidades pares y el crecimiento de estoses mucho más alto durante sus primeros cinco años de carrera que en universidades comparables. Forbes reporta que, de cada diez emprendimientos exitosos en Colombia, seis están liderados por uniandinos. Contamos con cerca de 100 mil egresados que son nuestro mayor orgullo. El trabajo dedicado y comprometido de estas personas ha sido relevante no solo para Colombia, sino también para otros países.
Sin embargo, también enfrentamos retos en el frente de la gestión. La financiación de las instituciones de educación superior es frágil en la actualidad. Las universidades enfrentan la transición demográfica, esto es, un número menor de jóvenes como consecuencia de la disminución en las tasas de fecundidad; menor interés de las generaciones recientes en la educación superior o, al menos, la educación superior como existe ahora; exigua financiación pública y privada y alta competencia de universidades internacionales que tienen oferta en Colombia sin necesidad de cumplir requisitos ante el Ministerio de Educación, entre otras circunstancias. La desaceleración en la demanda por educación superior ocurre incluso en un contexto en el que dos y medio millones de jóvenes en el país no estudian ni trabajan. Esto tendrá repercusiones irreversibles en el país si no actuamos de manera oportuna.
Esta desaceleración, combinada con la imposibilidad de seguir aumentando precios de matrícula en términos reales en una coyuntura económica difícil, ha causado una estrechez financiera que nos permite operar normalmente pero que nos impide invertir lo suficiente para mantenernos a la vanguardia. Nuestra calidad es nuestro principal activo y debemos protegerla a toda costa. Por esta razón, también nos estamos transformando.
Desde 2020 avanzamos en la Transformación Uniandes como un proceso de renovación, actualización y adaptación a las nuevas realidades locales y globales con tres objetivos. Primero, pagar la deuda tecnológica que tiene la Universidad a la vez que avanzamos en dimensiones que ayudarán a apalancar nuestro modelo educativo con flexibilidad, agilidad, asequibilidad y permitan mayor personalización del proceso de aprendizaje. Segundo, contar con más y mejores datos para informar las decisiones y apuestas de la Universidad y, tercero, mejorar los procesos académicos y administrativos para conseguir una mejor experiencia con mayor agilidad y eficiencia en todo lo que hacemos.
Con esta iniciativa queremos extender nuestra huella con experiencias de formación que sean significativas y memorables a lo largo de la vida de las personas, una investigación y creación de mayor impacto y conexión con el país y una transferencia más ágil para dar soluciones a problemas concretos. Debemos apoyarnos en una operación más eficiente que entiende qué renuncias deben hacerse para poder invertir en las apuestas que necesita el país.
Desde 2021 la educación a lo largo de la vida, con iniciativas de educación continua y modelos educativos no formales (como trayectorias de aprendizaje flexibles), ha crecido casi tres veces en la Universidad con ofertas que sirven a un grupo muy diverso de personas en diferentes modalidades. Por educación continua pasamos de atender cerca de 10 mil estudiantes en 2020 a cerca de 30 mil estudiantes en 2023. Esto lo logramos con apuestas de formación que certifican competencias indispensables en los sectores económicos. De igual forma, el 24% de nuestra oferta de posgrados en la actualidad corresponde a maestrías 100% virtuales que son más flexibles, asequibles y ágiles para personas que requieren actualizar de manera continua su perfil laboral y personal ante los vertiginosos cambios de la economía.
En adelante, las universidades (y en general todas las organizaciones) seremos espacios de experimentación continua, un modelo que es inherente a nuestra identidad; esto es, entender el problema, diseñar una solución, prototiparla, evaluar sus resultados y analizar su posible escalabilidad. ¿Cómo será el modelo de educación superior en diez años? Nadie lo sabe. Tenemos aprendizajes, pero también incertidumbre. Lo único claro es que los escenarios se van a transformar y que debemos responder al mundo cambiante y aportar al momento histórico que vivimos cuidando nuestra esencia.
Por esta razón, durante este período creamos espacios de formación y capacitación como DIDACTA, con la intención de entender cómo implementar un proceso de aprendizaje más experiencial acorde con los tiempos. Los contenidos ya son de libre acceso para las personas a través de redes, en la mayoría de los casos de manera gratuita. Por tanto, nuestra responsabilidad de formación y, en particular, nuestro rol como profesores y profesoras es servir de guías de un proceso de aprendizaje distinto, experiencial, que enfatiza en competencias transversales como el trabajo colaborativo, la agilidad, las competencias digitales, la flexibilidad y adaptabilidad, el pensamiento crítico y la comunicación. Nuestra tarea como formadores se transforma, y la Universidad y su planta profesoral deben prepararse para ello.
De manera similar, fortalecimos nuestro centro de innovación educativa Conecta-TE para profundizar el estudio de la tecnología como recurso de aprendizaje donde destacan la personalización del aprendizaje, la experiencia y la agilidad, en donde se reflexiona sobre si se pueden aprovechar las tecnologías de punta para conseguir un aprendizaje más significativo y memorable que sea pertinente para los diferentes proyectos de vida de las personas. En este punto, experimentamos con MOOCs, programas de posgrado virtuales, educación continua en formato digital de alta calidad y credenciales alternativas que certifican competencias específicas que promueven la empleabilidad.
Creamos asimismo el Laboratorio de Educación Digital (LED) para pensar la innovación de manera disruptiva y estructural. ¿Cuál es el siguiente paso en el modelo educativo del siglo XXI? En la actualidad estamos prototipando la creación de espacios de simulación y experimentación como laboratorios digitales en la facultad de medicina, juntas directivas simuladas con inteligencia artificial en la facultad de administración y salas de audiencias inteligentes en la facultad de derecho, entre otras. Del mismo modo, trabajamos en el diseño de cursos de competencias básicas en modelos de aprendizaje adaptativo apalancados en inteligencia artificial para mejorar el proceso de aprendizaje según las características y competencias con las que llega cada estudiante. Toda esta experimentación la acompañamos de una evaluación rigurosa que nos permita cuidar nuestra esencia: la formación de ciudadanos íntegros, libres, solidarios y ejemplares.
Esta innovación y adaptación ayudan a interpretar nuestra misión en concordancia con los tiempos que vivimos, pero también a alcanzar la eficiencia y diversificación de ingresos requeridos para la pertinencia y la sostenibilidad de nuestro proyecto educativo. En la próxima década debemos consolidar nuestro ecosistema de transferencia, emprendimiento e innovación y, de esta forma, favorecer el paso de nuestra investigación en los laboratorios a productos y servicios que tengan impacto en las comunidades y en la sociedad. El siglo XXI será el siglo de la biología: la genética, el estudio de la biósfera, nuevos productos y materiales, la cuántica que se basa en la lógica del ADN, etcétera. Se estima que el emprendimiento biotech será el motor del siglo XXI por su gran potencial de mejorar la calidad de vida de las especies y del planeta. Por eso las universidades debemos invertir decididamente en estas iniciativas.
Es imprescindible fortalecer los esfuerzos filantrópicos que construyen confianza con audiencias de interés en la comunidad uniandina y fuera de ella. Esta es una tarea que queremos consolidar en la próxima década con base en los logros alcanzados hasta el momento. Debemos trabajar de manera más contundente en el relacionamiento con nuestros grupos de interés externos, especialmente con nuestra comunidad de egresados.
El renovado énfasis en el bienestar holístico de nuestra comunidad es otra de las importantes transformaciones de la Universidad. Durante la pandemia y en el período pospandemia, a escala global las organizaciones experimentaron aumentos en los trastornos de salud mental, agotamiento laboral, aislamiento de las personas y dificultades para reconectar. Los profesores nos encontramos con estudiantes que son más difíciles de motivar. La complejidad de conectar con las nuevas generaciones genera un círculo vicioso. En esto debemos trabajar en los próximos años.
Para el tema del bienestar reunimos información detallada sobre el bienestar subjetivo de los estudiantes, profesores y administrativos. Con base en estos datos entendemos mejor los factores de impacto y diseñamos políticas más idóneas. El bienestar se encuentra en la confianza, en el sentido de pertenencia y en el sentido de propósito dentro de la misión de la comunidad. La conexión con el propósito común se revela, por ejemplo, en la transparencia de las reglas del juego y de la información que se comparte, en la equidad de género y en la posibilidad de que nuestros empleados tengan una beca para sus hijos. Creemos que el bienestar proviene de ambientes de convivencia saludables en donde el pluralismo y el respeto por la diversidad son pilares fundamentales. Por eso, hemos actualizado varios reglamentos y avanzado como líderes en el país en los protocolos de atención a casos de maltrato, acoso, amenaza, discriminación y violencias de género. Un contexto seguro con reglas claras genera confianza.
Consideramos también que el bienestar se encuentra en la capacidad del ser humano de ser amable, empático y compasivo. Desde lo que somos -una Universidad de alta calidad- creemos en la formación de esas competencias que contribuyen al bienestar y a la sana convivencia. No somos proveedores de servicios de salud, pero sí preparamos a las personas para la vida. Esto se logra con un currículo que contiene de manera transversal y explícita competencias como agencia, capacidad de planeación y ejecución, resiliencia, perspectiva de largo plazo y adaptabilidad al entorno. El bienestar parte de la empatía y el respeto y tenemos mucho que aprender aún para poder construir políticas de bienestar sólidas.
Por todo lo anterior, debemos trabajar para encontrar soluciones a estos retos a través de la investigación, la creación e innovación; del conocimiento con mayor impacto social; de agenciar la transformación tecnológica para mejorar la calidad de vida de millones de personas que viven en condiciones de pobreza; de acompañar la formación de las personas a lo largo de la vida de ser flexibles y adaptables de aquí en adelante.
Sin embargo, la Universidad de los Andes necesita colaborar más con otras instituciones educativas, con el sector privado, el sector público, las multilaterales y otros aliados a nivel global. Las universidades que avancen solas no van a tener el impacto que requiere el país y el mundo. En la próxima década tendremos que mejorar nuestro relacionamiento y colaboración con diversas audiencias de interés. Será indispensable profundizar la internacionalización.
Podemos y debemos lograr alianzas poderosas que permitan extender nuestra huella y nuestro impacto. En los últimos diez años fortalecimos de manera significativa nuestra alianza de La Tríada al lado de la Pontificia Universidad Católica de Chile y el Tecnológico de Monterrey. Con más de 80 proyectos conjuntos, las tres universidades colaboramos en temas de cambio climático y sostenibilidad, primera infancia, innovación educativa, bienestar estudiantil, compartimos programas académicos, intercambiamos estudiantes y queremos aportar conjuntamente a los debates de política pública en Latinoamerica. Estos esfuerzos de internacionalización deben proliferar a favor de nuestros estudiantes, profesores y empleados administrativos.
De la misma forma, los retos globales precisarán de una mayor interdisciplinariedad. Estamos acostumbrados a los silos disciplinarios con muros invisibles que no nos han permitido trabajar de manera más colaborativa en beneficio del avance del conocimiento y su transferencia a las comunidades. La crisis ambiental requerirá de un trabajo colaborativo sin precedentes. Necesitamos aportar a la formación, investigación y transferencia a soluciones concretas con eficiencia y efectividad. La región latinoamericana está llamada a ser el pulmón (por su gran biodiversidad) y la despensa (por sus características geográficas excepcionales) del mundo. Sin las universidades no existirá la innovación que requiere la región en las próximas décadas. Aquí tenemos que trabajar de manera más colaborativa interinstitucionalmente y entre disciplinas, lo que exigirá como universidad trabajar de manera más cercana con comunidades. Estos son los retos que queremos asumir en los siguientes años con decidida voluntad, con la comprensión de que las universidades tendrán que jugar un rol preponderante para que Colombia tenga una verdadera esperanza de ser un país más equitativo, digno y justo.
La comunicación será, sin duda, un elemento fundamental en los años venideros. Las audiencias demandan cada vez más información y mayor transparencia. En esto podemos mejorar. La confianza, el sentido de pertenencia y la voluntad de construcción colectiva se logran a través de comunicación oportuna, transparente y relevante. Debemos aprender a comunicar mejor a diferentes audiencias en la era digital.
En los capítulos de este documento, el lector encontrará nuestra historia de transformación y adaptación. La siguiente década será, reitero, una época de experimentación y aprendizaje continuo. Las universidades somos instituciones tradicionales, rígidas e incluso pedantes. Lo que se viene será un cambio dramático que nos llama a la introspección, a la autoevaluación continua y a la innovación activa.
Raquel Bernal
Rectora